Adaptación

"Si, el hombre puede acostumbrarse a todo, pero no nos pregunte cómo lo hace" - Viktor Frankl

Aún me invade la nostalgia de recordar que por estos días, en el 2014, estaba partiendo hacia Europa. Los recuerdos de Facebook por estos días se han encargado de destacar que por estas fechas estaba viviendo la aventura de ser extranjera en otro país.

Recuerdo mi adaptación a Francia cuando estaba recién llegada. Pataletosa como una niña de cinco años, terminé finalmente acoplándome a un entorno que no me era familiar. Dejé los 33 metros cuadrados de mi apartamento en Bogotá por los 22 metros, solo 12 habitables, de mi pequeño estudio en Toulouse. Me acostumbré a tener nuevos amigos y a establecer nuevos vínculos con desconocidos y extranjeros, cosa que no hacía desde hacía años ya que mis amigos son los mismos desde la época de la universidad. Y aprendí el arte de asentir así no estuviera entendiendo ni mierda de francés. La sonrisa siempre fue mi mejor aliada y en algún momento, me acostumbré a que era normal no entender.

Hoy, pataletosa como esa misma niña de cinco años sigo en el proceso de acostumbrarme a todo aquello que dejé y que no esperaba volver a ver tan pronto. Volví a disfrutar de los famosos 'corrientazos', de los buses adrenalinosos, de las calles con huecos, de los grandes espacios de vivienda, de los sitios que no están atiborrados y que están dispuestos a recibir personas, del amable servicio al cliente, de los no tan amables gamines y ladrones de la calle y de casi el mismo entorno social que tengo desde hace 10 años.

Aún no se me pasa la pataleta del volver. Hay ciertas cosas de la comodidad europea que extraño y que hacen difícil readaptarse al entorno hostil colombiano, con ladrones y un IVA del 19% que nos arruina diariamente.

Pero por ahora, no queda más que hacer una de las cosas que podemos hacer mejor los seres humanos: adaptarnos.

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