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Agradecimiento fantástico

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Tengo claro quienes son aquellos que han llegado a mi vida para cambiarla, para siempre. Esos personajes escondidos bajo una aparente normalidad, con una sonrisa encantadora y una conversación fascinante, que te envuelven en su cotidianidad y sin darte cuenta, nada vuelve a ser igual. Esos puntos de inflexión en mi vida siempre han estado influenciados por gente fantástica, que ha llegado a mi vida en los momentos menos fantásticos y la han transformado en algo inolvidable. La lista es larga, pero sustanciosa. A todas las personas que han llegado a mi vida, con su amistad y con su amor, para ellos solo tengo agradecimiento por lo que han hecho por mí, casi sin saberlo y casi sin proponérselo. Para todos aquellos personajes fantásticos, quiero hoy que sepan lo fantástico que es tenerlos en mi vida y como sin ustedes, no vale nada la pena. Porque solo vale la pena vivir la vida rodeada de quiénes te quieren y quiénes te aprecian: con tus locuras, manías extrañas y particularidade

Confusión idiomática y automática

El dicho dice que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Pero no hay ningún dicho que yo me sepa, para ilustrar que nadie se da cuenta de lo adaptado que está a un ambiente, hasta que se pasa a otro diferente. La zona de confort definitivamente es algo misterioso y hasta imperceptible. Luego de mi terrible y trágica transición hacia Francia, no había notado lo cómoda que estaba con todo lo que me rodeaba, incluido el antes desconocido y nunca apreciado lenguaje francés. Durante mis primeros días en Hamburgo, además de darme cuenta que traje la ropa equivocada esperando un frío de otoño, me di cuenta que tenía en mi cabeza incrustado un chip lingüístico más cercano al "oh la la" que a los sonidos guturales y toscos del alemán. Por supuesto, luego de año y medio de vivir en Francia, al tropezar con alguien digo por instinto “Pardon” o “Desolée” y para preguntar qué cuanto cuesta algo no falta el infalible “C’est combien?”. También, me había acostumbrado a saludar

Historia de una mudanza

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Una de las primeras mudanzas de las que tengo recuerdo ocurrió en el año 2009. Luego de varios meses de vivir en la legendaria "Pensión de Yusbeny" (o como sea que se escriba su nombre), Mayra, Guillermo y yo tomamos la decisión de pasarnos a nuestro propio apartamento. Por supuesto, nuestras pertenencias eran pocas y realizar una mudanza de 2 cuadras apenas no ameritaba pagar un para ese entonces costoso camión de carga. Decidimos entonces recurrir a nuestra creatividad. En la esquina de la pensión siempre estaba un hombre que tenía una especie de vagón propulsado por ruedas, que él guiaba con pedales, algo parecido a una bicicleta con un enorme platón frontal. Por razones que nunca fueron de nuestro conocimiento, el hombre siempre cargaba en este vagón papel higiénico, mucho papel higiénico. Así que usamos nuestro poder de convencimiento y alquilamos el famoso vagón por tan sólo 10 mil pesos (menos de 3 euros como para que se hagan una idea). Una cantidad ínfima pero

You have nothing left Toulouse

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La semana pasada estuve en Lyon. Es la séptima ciudad de Francia que visito, luego de ya conocer París (donde viví 5 meses), Toulouse (donde he vivido un poco más de un año), Carcassone, Albi, Bordeaux y Montpellier.  A cada una de estas ciudades he llegado de manera distinta bajo algún pretexto. Sin embargo, el resultado siempre ha sido el mismo: la alegría de viajar. Es una sensación satisfactoria el conocer un lugar nuevo, donde es posible explorar calles que lucen diferentes y que de una u otra manera me recuerdan a algo que ya he visto. La arquitectura en Montpellier, por ejemplo, tiene clara influencia arquitectónica que es posible ver en algunas calles en París pero sin perder su esencia del sudoeste francés. En Carcassone, la ciudad medieval me recuerda a las viejas murallas de Cartagena (Colombia). En París, todo se parece a todo y todos los rincones del mundo parecieran estar representados. Toulouse es para mí la representación francesa de Barranquilla, mi ciudad natal.

Sentimientos postizos

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Un amigo me contó recientemente que en un libro de Efraín Medina hay una "técnica" de conquista llamada las 24 horas de ideas sueltas (o algo así). Básicamente, consiste en desaparecer por 24 horas del radar de una persona por la que antes se ha manifestado un interés explícito, posiblemente carnal o sentimental. Si dicho ser humano decide buscar al personaje desparecido durante ese lapso, es una muestra clara de interés. Quien dio las 24 horas de tortura puede darse por satisfecho, y sentir que de cierta forma "domina" la situación. No sé si la técnica funcione. No sé si sea verdadera o falsa. Lo cierto es que me sorprende muchísimo el alto grado de preocupación que existe por no mostrar lo que se siente. Cada movimiento, a la hora de por ejemplo empezar a salir con alguien, tiene detrás una profunda reflexión. Llamar en la mañana, responder en Whatsapp, enviar una foto, ¿En qué lapso? ¿Con qué frecuencia? ¿Se ve muy muerto de hambre hacer esto o lo otro? Etcéter

Theo Van Gogh

El hermano menor de Van Gogh, menos famoso que él, se llamaba Theo. A diferencia de su hermano mayor, Theo era un hombre de familia, calmado, organizado y con una vida bastante convencional y rutinaria. Durante su juventud, Theo encontró el éxito en una trayectoria corporativa típica, de la mano de la famosa galería Goupil & Cie. Fue transferido a varias de sus oficinas en Europa, por ser evidentemente un empleado ejemplar, joven y con una carrera prometedora. Al mismo tiempo, su hermano menos afortunado lidiaba con la pobreza y la incomprensión de una sociedad que estaba lejos de conocer su arte. Vincent pasó desapercibido toda su vida, en medio de las locuras que su propio cerebro creaba y con sus demonios a flor de piel. Su excesiva sensibilidad le trajo conflictos que lo dañaron física y emocionalmente, pero fue su manera peculiar de apreciar el mundo lo que hizo de él un artista destacado. Vincent pasó por distintas casas, manicomios y dejó de hablar con varios amigos