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Mostrando entradas de octubre, 2014

El proceso de una amistad

Es difícil recordar cómo fue que me volví más cercana a quiénes ahora son mis amigos. Algunas veces, hubo química desde el principio. Otras veces no los entendía o no me entendían (no siempre la primera impresión es la mejor). Y otras veces sencillamente no me acuerdo. Nadie deberían asumir o pensar que la amistad es algo que se debe dar por sentado. Es algo que se construye, se fortalece y se debe tratar como a una mascota consentida o como a una planta favorita. No se debe ahogar ni asfixiar y no puede ser unilateral . Tampoco es cierto la mal llamada " incondicionalidad ", es solo una falacia, todos tenemos condiciones y expectativas. Y bueno, toda esta filosofía barata de medianoche para llegar a mi siguiente punto: ¿por qué las personas sienten que pueden obligar a los otros a forzar una amistad? Uno intenta hablar, dar señas, invitar a planes y si las cosas no salen, pues uno sencillamente se va con dignidad. O en el mejor de los casos uno no intenta nada. Simplemen

La confianza en el prójimo

La confianza en el prójimo no es el fuerte de los colombianos, diría yo. En la mayoría de las regiones del país, somos amables y caritativos. Pero en ciudades como Bogotá (y recientemente en Barranquilla), donde la inseguridad es el pan de cada día y donde el prójimo es un potencial enemigo, es mejor pasar por grosero que sufrir un atraco o cualquier otra situación que implique vulnerabilidad. Toda mi vida, hasta hace mes y medio, había estado en ese ambiente de desconfianza e inseguridad que ya se me hacía familiar. Así que debo decir que es bastante extraño salir a la calle y usar mi celular (que no es la gran cosa) con toda confianza. Es raro no temer que un desconocido te robe luego de pedir ayuda con una dirección porque seguramente está genuinamente perdido. Es raro devolverse a casa en bicicleta después de una noche de rumba y no temerle a pedir orientación o a dejarse ayudar de extraños en caso de estar perdida (cosa que ya me pasó y con la que conté con mucha suerte). El v

Desde afuera, desde adentro

A menudo, me pregunto cómo me veo desde afuera. Hacía rato que no me preguntaba tantas veces lo mismo, sobre cómo será esa primera impresión que causo en las personas. Sé que por lo general estoy despeinada, sin embargo, algunos me han dicho que doy la impresión de ser exageradamente ordenada. Quizás si vieran mi escritorio en este momento dudarían de ese orden magnánimo que creen que mantengo en mi vida. También me han dicho que doy la impresión de ser rígida y estricta, pero creo que no lo soy tanto: o si no, de nuevo, mi escritorio, mi cama o mi cuarto estarían en un orden inmaculado que rara vez tiene. De pronto parezco un pequeño ogro. Soy quejumbrosa, me quejo por todo, me la paso diciendo lo que me molesta más que lo que me gusta. Pero, por alguna razón, hablar de las desgracias e inconformidades se me hace mucho más fácil que hacerlo de lo positivo. Me gusta centrarme más en lo negativo que en lo positivo porque es un mecanismo de defensa que he perfeccionado con los años par