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Mostrando entradas de marzo, 2011

El vivo vive del bobo

Hace poco me robaron mi celular. Caminaba sola por una calle de Bogotá llena de vigilantes, parejas enamoradas y seguridad simbólica. Mientras dialogaba por el aparato, el mejor de su clase que he tenido hasta el momento, un reciclador se acercó súbitamente y me arrebató mi Nokia 5130 de las manos. Corrí asustada hasta el apartamento de un amigo que vive cerca al lugar de los hechos y al entrar, lloré mientras narraba mi mala experiencia. El escenario no podría ser mas fatídico y propicio para que esto ocurriera, por lo que ustedes concluirán que fui víctima porque “di papaya”. Así es, yo y solo yo fui la culpable de la maldita inseguridad que azota al país y por eso, no debo usar mi teléfono móvil en la calle sino en establecimientos cerrados donde seguramente ya hay teléfono fijo. Gracias a la inseguridad, yo soy la culpable de los robos que otros ME hacen porque ellos, los ladrones, son quienes ponen las reglas de las pertenencias que tengo derecho a seguir teniendo entre mis man

Esa rara especie llamada amigo

Existe en los seres humanos la inminente necesidad de agruparse. Nos gusta estar en "combo", tener alianzas y sentir que formamos parte de algo. Y es gracias a ese sentimiento que las sectas religiosas, las tribus urbanas y las pandillas son un éxito indiscutible en cualquier esfera social. ¿A quién le gusta sentirse aislado? Imagino que a pocos. Más allá de la agrupación, a todos nos interesa, en cierta medida, conseguir en la vida verdaderos amigos. Los amigos son los cómplices de nuestro accionar, los que nos secundan en cuanta locura se nos ocurra, pero a su vez tienen la suficiente actitud para decirnos cuando creemos que no estamos haciendo lo correcto. Los amigos verdaderos, de esos que duran toda la vida, así como los perros a cuadros, son una especie difícil de encontrar, y es gracias a esta concepción que me he aferrado como nunca a mis amigos. A mis 23 años, debo decir que la mayor parte del tiempo que he vivido ha sido sin una pareja estable hasta hace tan sólo

Rumorología y cabezas huecas

Hace ya muchos años, tuve la oportunidad de ingresar a un colegio femenino que era más grande que el pequeño establecimiento educativo en el que estuve hasta terminar la primaria. Formaba parte del grupo de niñas nuevas que llegaban a un escenario donde no conocían a nadie y que se veían en la necesidad/obligación de buscar amigas. En medio de este proceso, tuve la oportunidad de dialogar con varias compañeritas que me iban dando mini-biografías de quienes estaban en mi curso. Luego de haber charlado con un grupo significativo, me di cuenta que todas coincidían con el perfil de Sandra (el nombre ha sido cambiado para evitar problemas en caso de que Sandra sepa a quién me refiero exactamente e insista en preguntarme de dónde venían los rumores), una chica que tenía tremenda reputación a pesar de tener tan sólo trece años: «Algunos dicen que ya casi la han penetrado», «Lo dio por detrás», «Se besó con tres chicos a la vez», eran tan sólo algunos de los comentarios que escuchaba con asom

En el reino de los borregos

Como en casi todos los colegios colombianos, estudié en uno extremadamente católico y femenino en el que existía el absurdo acto democrático de «elegir al personero de los estudiantes». Este figurín no era más que una serie de ideas y propuestas posibles solo en un mundo maravilloso y ficticio extraído de un cuento infantil. Dicha actividad simbólica, realizada para meter el «pajazo mental» de estar contribuyendo a una transformación que jamás ocurrirá es impresionantemente similar a algunas actividades electorales de Colombia. En los seis años que estudié en ese colegio, todos las candidatas y personeras elegidas (que pertenecían a los dos últimos grados), prometieron todo tipo de cosas que hasta donde sé, no han ocurrido ni ocurrirán. Piscinas, canchas de tenis, clases de danza, concursos de canto, «jean day», bazares, «fashion shows», fiestas nocturnas, presentaciones de artistas famosos, forman parte de las propuestas irreales que hasta el día de hoy retiene mi memoria como parte

Candidato: no me olvides

Una reflexión a propósito de las elecciones presidenciales en Colombia Con tanto movimiento en Twitter, Facebook y páginas Web, he sentido en este período electoral casi que pudieras ser mi amigo —así suene iluso. Puedo saber lo que «estás pensando» y gracias a tus publicaciones, veo videos y fotos. Veo, sobre todo, lo que haces y quieres hacer. Me mandas correos a cada rato y además, a veces si te escribo, hasta me contestas. Como cualquiera de mis amigos en Facebook. Así es candidato, gracias a toda esta revolución tecnológica, he sentido que estás más cerca de mi esfera social, y no por allá en algún rincón recondito de la política colombiana. Las inquietudes mías y de cualquier colombiano son comunicadas fácilmente y confío que, a pesar del volumen que tienen, son leídas y tenidas en cuenta según lo que propongan. Pero hay una duda que me aterra: ¿luego de las elecciones qué? ¿Te olvidarás de todos los que te elegimos como suele suceder? ¿Pasarás por la calle con tu séquito infi

Somos bultos de tripas

Desde hace más de un año tengo problemas con mis manos. Me duelen cuando llevo muchas horas trabajando y se han vuelto ya tan delicadas que he tenido lesiones tan absurdas, como por abrir jugos de tapa rosca o sacar comida del microondas. Es un problema mínimo en comparación con un cáncer o el sida, pero debo decir que este malestar ha incidido en cada rincón de mi vida y no precisamente de una manera positiva. La lógica occidental nos dice que cuando estamos enfermos, debemos ir al médico, pero poco se habla de la llamada salud preventiva que probablemente evitaría muchos inconvenientes. En mi caso, el craso error fue no hacer pausas durante mis jornadas de trabajo y seguir de largo, abusando por completo de mi estado físico sedentario y deplorable, además de la condición de hiperlaxa (algo así como una mujer elástica) que hace que mis extremidades sean más débiles a este tipo de esfuerzos. Desde entonces, he ido al médico ya unas doce veces, he estado en unas sesenta sesiones de fi