Bailando en Francia

El primer fin de semana que estuve en Francia, salí a bailar. Paradójicamente, en mi primer fin de semana de estadía en un país europeo por primera vez en mi aún corta vida, estuve en un bar latino. Así es, yo viniendo desde tan lejos, estuve en un bar bailable (aunque para mí eso cuenta como discoteca pero para los franceses no), con los éxitos del momento traídos directamente desde el año 2006: "Ven báilalo", "Pan panamericano", "Sufriendo por ella", entre otras melodías, sonaron en ese lugar inundado de bailarines amateurs. Algunos de los movimientos de los franceses siguen siendo para mí un misterio. Aunque no todos, se movían arrítmicamente al compás de una música que en realidad no es de ellos, pero que parecen amar con locura. Sin embargo, no parece importarles mucho el cómo lucen, sino más bien cómo la están pasando. Me gusta esa actitud.

Llegué el 3 de septiembre luego de uno de los vuelos más largos de mi vida. Sentí como si hubiera viajado a Rusia, pero no. Estaba en Toulouse, Francia. Al llegar y encontrar todo en francés, mi cerebro inmediatamente comenzó a colapsar. No entendía nada y yo, que siempre he sido una obsesiva del entendimiento y la comprensión sentí como varias de mis neuronas 'tiraron la toalla'.

Fue una gran felicidad encontrar a mi cuñado y a uno de sus amigos, quienes me recibieron amablemente y con alegría (con más alegría de la que yo traía gracias a mis 25 horas de viaje). Me sentí sumamente nostálgica ese día, pues justo antes de subir el vuelo varios de mis amigos tuvieron uno de los gestos más bonitos que he visto en mi vida: fueron al aeropuerto a despedirme. Laura,Yusely, Alberto, Tomás, Mayra y Jose hicieron que fuera más fácil, y a la vez más difícil, el despedirme (temporalmente) de Colombia.

Cada vez que me acuerdo de ese desayuno sonrío. Sonrío mucho. Y luego pienso con nostalgia si ese momento volverá a repetirse. Y antes de ese desayuno, me despedí de muchos otros de mis amigos, quienes en cada almuerzo, comida, tomada de cervezas, salida en la tarde, etc, hicieron que cada momento de ese último mes en Colombia fuera más que especial.

Volviendo a la discoteca francesa, no podía evitar en lo que cualquiera de mis amigos opinaría sobre ese momento. Lo que más les daría risa, lo que más les sorprendería y lo mucho que me gustaría que al menos uno, "unito" de ellos, estuviera ahí.

Pero no están. Ellos siguen en Colombia. Yo sigo en Francia. Y aunque a veces la nostalgia se apodera de mí y me lleva por el camino de la tristeza y el recuerdo, debo tener la certeza que lo que existe ahora mismo es el presente.




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