Límites

"Si para todo hay término y hay tasa 

y última vez y nunca más y olvido 

¿Quién nos dirá de quién, en esta casa, 

sin saberlo, nos hemos despedido?" - Límites, Borges

Me obsesionan los temas que tienen que ver con la nostalgia. Creo que rara vez nos detenemos a apreciar lo chévere que es un momento y cuando nos damos cuenta, ya se ha acabado. Es ahí cuando entra la nostalgia. Memorabilia. 

Por estos días de reencuentros, he recordado lo feliz que fui durante mis ocho meses en Hamburgo. No fui yo sola la que pensó eso. Quienes estuvieron allí conmigo ahí también lo sienten. A todos nos costó entender que esa maravillosa época se había acabado y cada uno a su manera hizo su duelo para entender que una era ya había terminado. Una etapa feliz acabó para darle paso a una más incierta. Ni buena ni mala, solo quizás diferente. 

En el reencuentro, hablamos de lo incomprendidos que nos sentimos a regresar a nuestros entornos anteriores y lo difícil que fue asumir tantos cambios. Creo que cada quien al volver, se dio cuenta de lo duro que fue regresar. Pero todo fue tomando forma poco a poco y la estabilidad anhelada volvió a aparecer. 

A ya dos años de haber estado en Hamburgo, algunos chistes aún permanecen y las risas de aquellos días siguen presentes. Son los detalles los que se vuelven difusos pero el sentir permanece en el corazón de cada uno. La nostalgia ahora invade con alegría el presente. 

Podemos decir que vivimos con gran felicidad cada uno de esos momentos y que cada despedida fue no solo de Hamburgo, sino el momento de reflexionar y decir: qué gran época. Que cada quien tuvo si baile de despedida para meditar y sentirse afortunado por haber estado ahí. Porque vale la pena celebrar los buenos momentos y estos valen aún más si nos damos cuenta que los estamos viviendo.

Los buenos tiempos son efímeros. Por eso, al estar en medio de una época de alegría hay que contemplarla, vivirla y seguir adelante, sabiendo que no será eterna. Mientras se acaba es mejor celebrar y reír sin parar.